lunes, 12 de enero de 2015

Los derechos humanos en cuestión



Los derechos humanos en cuestión
Gregorio J. Pérez Almeida

El tema que marca la pauta en la política internacional desde el fin de la “Guerra Fría” (1989/92) es el de los derechos humanos. Es tan fuerte su presencia como patrón civilizatorio que mucha gente cree que no podríamos vivir sin derechos humanos, que la vida sería un caos. Pero, por mucho que lo crea la gente¿Es cierto que vivimos bajo el patrón de dichos derechos? ¿Será que no hay caos en el mundo gracias a los derechos humanos? ¿Qué dirán en México, Colombia, Bosnia, Irak, Pakistán, Libia?  

Las distintas maneras en que se piensan y utilizan los derechos humanos, nos obligan a profundizar en el tema de fondo: su origen y significado. De lo contrario seguiremos bailando al ritmo impuesto por Estados Unidos desde la ONU y la OTAN. Ya es tiempo de ventilar públicamente estas preguntas: ¿De qué hablamos cuando decimos derechos humanos? ¿Existen esos derechos?¿De dónde salieron? ¿Por qué y para qué los tenemos?Y si existen ¿cuáles son, dónde están, quién los tiene, cómo se manifiestan?¿Son los que están en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en nuestra Constitución? ¿Existen derechos no humanos?

Preguntas cruciales que no tienen una sola respuesta, sino que pueden responderse desde dos perspectivas. Una, la del sentido común liberal, que reproduce la concepción hegemónica internacionalmente y está avalada por los Estados dominantes del norte, y otra perspectiva, crítica y decolonial, que asume la posición de los pueblos del sur que luchan contra el neocolonialismo.

La perspectiva liberal concibe los derechos humanos como cualidades esenciales y exclusivas del individuo y los derechos colectivos son suplementarios de los individuales, tal y como podemos comprobar en la Declaración Universal, aprobada por la Asamblea General de la ONU(constituida apenas por 58 naciones), el 10 de diciembre de 1948.

Esta perspectiva sostiene que los derechos humanos los posee el individuo porque Dios, o la naturaleza, lo dotaron con ellos para que viviera con dignidad. Como el individuo es el único dotado de derechos, entonces sus libertades son sagradas: de empresa, de expresión, de religión, etc. Y como el Estado es el único garante de dichos derechos, entonces es el único que puede violarlos. La naturaleza no entra en esta relación formal entre el individuo y el Estado, porque no tiene deberes y a duras penas han entrado en ella la mujer, las y los niños, etc. Pero sólo eso: un reconocimiento formal. 

La perspectiva crítica desde el sur, sostiene, en primer lugar, que los derechos humanos contenidos en la Declaración Universal, están pensados desde la ideología liberal que se consolida como doctrina y dogma del Estado burgués con la Revolución Francesa y es impuesta alrededor del mundo con el colonialismo euroamericano. Esa declaración de la ONU, supuestamente universal, fue redactada por nueve personas y aprobada por sólo 50 delegados en representación de países prooccidentales y alineados con el capitalismo liberal de Estados Unidos.  

En segundo lugar, los derechos humanos no son dones otorgados por un dios, el cristiano, a los individuos, porque esta idea le da privilegios a una religión sobre las otras que existen en el mundo.Tampoco brotan de una naturaleza igual en todos los seres humanos, porque la naturaleza y la dignidad humanas se conciben de distintas maneras en las múltiples culturas o civilizaciones del mundo y existen muchas formas de luchar por ellas. La idea occidental es una más entre otras, no la única. 

En fin, para la perspectiva crítica los derechos humanos no son cosas, sino procesos sociales de lucha, colectivos e inconclusos, para acabar con las asimetrías de poder que les impiden a la mayoría de las personas alcanzar una vida digna, es decir, una vida en la que todas y todos tengamos acceso igualitario a los bienes materiales y espirituales, sin borrar sus diferencias culturales y con el derecho a transformar sus condiciones de existencia para lograr un mayor grado de dignidad o, en palabras de Bolívar, la mayor suma de felicidad posible.

Esta es, brevemente expuesta, la discusión que debemos dar.

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