Gregorio J. Pérez
Almeida
Nuestra tesis del “fetichismo del desarrollo” expuesta en
el número anterior de “A Plena Voz”, está explicada con mayor amplitud y
precisión conceptual ahí mismo, páginas antes,en el artículo de Amaury González
Vilera, titulado: “Petróleo, modernidad
y la construcción del socialismo ecológico en Venezuela”. No es sólo que
amplía el panorama histórico y sociológico de la crítica que hacemos al fetiche
desarrollista, sino que utiliza acertadamente el concepto acuñado por Enrique
Dussel para referirse a dicho fenómeno,el cual es el de “Falacia desarrollista”, que, como muy bien plantea González Vilera,
devela los fundamentos filosóficos sobre los que se erigió el “socialismo
realmente existente” y que son cuestionados a medias por los ideólogos que
redactaron el “Proyecto Nacional Simón Bolívar. Primer Plan Socialista de la
Nación (2007-2013)”.
Y es Enrique Dussel quien también inspira y orienta
nuestras reflexiones en torno al fetichismo del poder. Nos detenemos en la
primera de sus “20 tesis de Política”
(Edit. El perro y la rana), cuyo primer subtítulo es: “La corrupción de lo político”. Aclaremos antes de continuar que no
se refiere a la corrupción administrativa, económica, judicial, deportiva, académica
o amorosa, etc., que tanto se resalta en los medios de comunicación y muchos
“analistas” señalan como la causa de nuestros males y suponen que al eliminar
la corrupción administrativa (pública y privada) el capitalismo “recuperaría”
su fortaleza como el mejor sistema posible en la generación y distribución de
riquezas. No. Dussel se refiere a la madre de todas las corrupciones de las que
surgen como extensiones de una ameba las corrupciones que hemos señalado, ella
es: la corrupción originaria de lo
político. Y a pesar de que el lenguaje de Dussel es abstracto (como lo
advierte él mismo), lo que significa es tan sencillo como difícil de superar en
la sociedad capitalista:lo político se corrompe cuando el actor político, sea
un ciudadano miembro de un consejo comunal o un funcionariode alto nivel,
“cree” que es la “sede soberana” o “fuente originaria” del poder político e
ignora –u olvida- que todo ejercicio político, toda función política tiene como
referencia primera y última al poder del pueblo. Elimina de su conciencia que
la política no es una función unidireccional y jerarquizada de arriba hacia
abajo, sino bidireccional y dinámica que responde al precepto de “mandar obedeciendo”.
En otras palabras, la corrupción originaria del poder
político se inicia en la conciencia del individuo que formado orgánicamente en
el liberalismo, cree que su ombligo es el centro del mundo y cuando se postula
para un cargo y el pueblo lo elige entiende este gesto como un reconocimiento a
su bello ombligo, por lo que, a partir de su nombramiento, no mira hacia los
lados, ni cruza su mirada con la de los otros, los que lo eligieron, mucho
menos si están abajo, sino que como en un cuarto de espejos se mira y remira
como dueño y señor soberano de esa cuota de poder que le cedieron generosamente
sus conciudadanos. Y se lo coge literalmente. Algunos gobernantes y
funcionarios logran superar la etapa del ombligo y llegan a la de la “punta de
la nariz”, lo que ofrece un margen de expectativas un poco más amplio, porque la
nariz está expuesta y apunta hacia la realidad y puede ocurrir que tropiece con
ella.Sin embargo no podemos predecir hasta dónde llegará la vista del
funcionario que se acaba de erigir en algo(lo que sea, ministro, viceministro,
gobernador, alcalde, concejal, diputado, rector, etc., por nombrar los más
conocidos), sino que, lamentablemente, somos víctimasdel precepto bíblico: por
sus obras los conoceréis.
La corrupción de lo político no se acaba ahí. Ojalá así
fuera. Sino que, sostiene Dussel, es doble: por un lado, la del gobernante que
se cree sede soberana del poder, y por el otro la del pueblo que se lo permite,
que lo consiente, que se torna servil en vez de actor de la construcción de lo
político. Este es el binomio que funciona como bandas de un billar en el que se
dan dos de las “aberraciones” políticas que más sufrimos en Venezuela: el
nepotismo y el barraganismo (nepotismo sexual). Y el pueblo lo sabe y tiene
razón: el brother, la jeva, el sobrino, la sobrina y el ahijado son,en el
corrupto, su verdadero corazón.
Tampoco esto es todo. Sostiene Dussel que el
“representante corrompido” puede utilizar un poder fetichizado por el placer de
ejercer su voluntad, como vanagloria ostentosa, prepotencia despótica, sadismo
ante sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas y lo peor –no
lo dice Dussel sino nosotros- es que como no trasciende la perspectiva de su
ombligo o de su nariz, actúa como si nadie lo viera, como si fuese invisible y
anda por la calle mostrando su estatus de mercader del reino: camionetas de
lujo, súper motos, cliente de hoteles y restaurantes 5 estrellas. Lo peor no es
que lo ostente, sino que otros lo envidien, lo que significa que la corrupción
se poliniza fácilmente en el jardín venezolano del liberalismo, donde la
economía rentista (petrolera) ha creado polinizadores de mucha eficiencia como
los bancos, las casas de bolsa y una mariposa que de flor en flor vuela: la
comisión –en dinero- por la gestión (pública o privada). ¿Cuántas familias
honorables se han levantado apunta de comisiones?
La fetichización del poder en la Venezuela “quintarrepublicana”,
tiene aún otras complicaciones producidas por la influencia de los medios de
comunicación que se han convertido en una caja de resonancia de las políticas
de la oposición y también del gobierno. Sobre todo en lo que se refiere a la
identificación delos “enemigos” y “amigos” del gobierno. Nos explicamos: en la
pantalla de Globovisión, Televen y Venevisión, aparecen los rostros de los
enemigos del gobierno: sale usted, por ejemplo, en “Aló ciudadano” y muere para
el gobierno.Yes lógico que así ocurra después de abril del 2002. Pero lo que
queremos resaltar es que las “estadísticas” nos dicen que si algún“militante” quiere
ser “candidateable” para un cargo en el gobierno, busca salir en el Canal 8
hasta en la información deportiva. ¿Y si no es “televisivo” y su rostro no cabe
en la pantalla?, entonces procura que lo haga el brother, la jeva, el sobrino, la
sobrina o el ahijado, que si la pega se resuelve, porque, según Dussel, y es
fácil comprobarlo, existen las “tribus”
conformadas por “herederos de
compromisos políticos”. Son los que se mueven alrededor del “dirigente” que
sabe interpretar sus intereses y los complace. Por eso, hasta ahora, la mayoría
de las veces, cuando un ministro es sustituido por otro, éste se tarda hasta seis
meses en “revisar”lo que su antecesor había hecho, con lo que rompe cualquier
posibilidad de continuidad en las políticas públicas.
Sostenemos que el “fetichismo del desarrollo” es
consustancial al “fetichismo del poder”, porque la corrupción originaria del
poder es de raíz liberal y nuestra subjetividad está “liberalmente” constituida,
por lo quenuestra vida cotidiana no es más que el ejercicio del individualismoegoísta,
consumista insaciable y creemos que “desarrollo” es acumular objetos y doblegar
voluntades. Por eso los rasgos del “representante corrupto” señalados por
Dussel: hedonista, prepotente, despótico, sádico. Y sus acólitos son serviles,
sumisos y obedientes.
¿Pesimistas con tendencia escuálida? No. Análisis crítico
puro y simple. Además –que no es cualquier además- el hecho de que este
artículo se publique en una revista como “A Plena Voz”, dice que la conciencia
revolucionaria está viva y reafirma nuestra opción: los que quieran patria que
sigan firmes en sus posiciones, irreductibles. Abandonar es dejar el campo
libre a los corruptos que ni son muchos ni son pocos, sino que están ahí con la
intuición del zorro para coger las uvas… aunque estén verdes.Una tarea
revolucionaria es determinar el mecanismo político para neutralizarlos. Es labor
del partido de la revolución. ¿Podrá?
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