Los derechos humanos en cuestión
El tema que marca la pauta en la política internacional
desde el fin de la “Guerra Fría” (1989/92) es el de los derechos humanos. Es
tan fuerte su presencia como patrón civilizatorio que mucha gente cree que no
podríamos vivir sin derechos humanos, que la vida sería un caos. Pero, por
mucho que lo crea la gente¿Es cierto que vivimos bajo el patrón de dichos
derechos? ¿Será que no hay caos en el mundo gracias a los derechos humanos?
¿Qué dirán en México, Colombia, Bosnia, Irak, Pakistán, Libia?
Las distintas maneras en que se piensan y utilizan los
derechos humanos, nos obligan a profundizar en el tema de fondo: su origen y
significado. De lo contrario seguiremos bailando al ritmo impuesto por Estados
Unidos desde la ONU y la OTAN. Ya es tiempo de ventilar públicamente estas
preguntas: ¿De qué hablamos cuando decimos derechos humanos? ¿Existen esos
derechos?¿De dónde salieron? ¿Por qué y para qué los tenemos?Y si existen ¿cuáles
son, dónde están, quién los tiene, cómo se manifiestan?¿Son los que están en la
Declaración Universal de Derechos Humanos y en nuestra Constitución? ¿Existen
derechos no humanos?
Preguntas cruciales que no tienen una sola respuesta,
sino que pueden responderse desde dos perspectivas. Una, la del sentido común
liberal, que reproduce la concepción hegemónica internacionalmente y está avalada
por los Estados dominantes del norte, y otra perspectiva, crítica y decolonial,
que asume la posición de los pueblos del sur que luchan contra el
neocolonialismo.
La perspectiva liberal concibe los derechos humanos como
cualidades esenciales y exclusivas del individuo y los derechos colectivos son
suplementarios de los individuales, tal y como podemos comprobar en la
Declaración Universal, aprobada por la Asamblea General de la ONU(constituida apenas
por 58 naciones), el 10 de diciembre de 1948.
Esta perspectiva sostiene que los derechos humanos los posee el
individuo porque Dios, o la naturaleza, lo dotaron con ellos para que viviera con
dignidad. Como el individuo es el único dotado de derechos, entonces sus libertades
son sagradas: de empresa, de expresión, de religión, etc. Y como el Estado es
el único garante de dichos derechos, entonces es el único que puede violarlos. La
naturaleza no entra en esta relación formal entre el individuo y el Estado,
porque no tiene deberes y a duras penas han entrado en ella la mujer, las y los
niños, etc. Pero sólo eso: un reconocimiento formal.
La perspectiva crítica desde el sur, sostiene, en primer
lugar, que los derechos humanos contenidos en la Declaración Universal, están pensados
desde la ideología liberal que se consolida como doctrina y dogma del Estado
burgués con la Revolución Francesa y es impuesta alrededor del mundo con el
colonialismo euroamericano. Esa declaración de la ONU, supuestamente universal,
fue redactada por nueve personas y aprobada por sólo 50 delegados en
representación de países prooccidentales y alineados con el capitalismo liberal
de Estados Unidos.
En segundo lugar, los derechos humanos no son dones
otorgados por un dios, el cristiano, a los individuos, porque esta idea le da privilegios
a una religión sobre las otras que existen en el mundo.Tampoco brotan de una naturaleza
igual en todos los seres humanos, porque la naturaleza y la dignidad humanas se
conciben de distintas maneras en las múltiples culturas o civilizaciones del
mundo y existen muchas formas de luchar por ellas. La idea occidental es una más
entre otras, no la única.
En fin, para la perspectiva crítica los derechos humanos
no son cosas, sino procesos sociales de lucha, colectivos e inconclusos, para acabar
con las asimetrías de poder que les impiden a la mayoría de las personas alcanzar
una vida digna, es decir, una vida en la que todas y todos tengamos acceso
igualitario a los bienes materiales y espirituales, sin borrar sus diferencias
culturales y con el derecho a transformar sus condiciones de existencia para
lograr un mayor grado de dignidad o, en palabras de Bolívar, la mayor suma de
felicidad posible.
Esta es, brevemente expuesta, la discusión que debemos
dar.